El jueves 10 de julio de 1997 se perdió el rastro de Miguel Ángel Blanco. A media tarde, una llamada en nombre de ETA comunicó que el concejal del PP en el Ayuntamiento de Ermua (Bizkaia) había sido capturado por los terroristas e iba a ser ejecutado en 48 horas, como así sucedió. Veinte años después del cruel asesinato del joven de 29 años, su municipio vive hoy bajo “el estigma de Ermua”, sostiene su alcalde, el socialista Carlos Totorika. En las calles cuesta recordar aquellos momentos tan trágicos. Ermua fue durante muchos años el símbolo de la lucha ciudadana contra la banda terrorista, pero han pasado dos décadas y el pulso es otro: “Los vecinos participaron entonces masivamente en los actos contra ETA, pero durante estos años hemos sufrido las malas caras y notado el odio acumulado en la sociedad vasca. Ese es el estigma de Ermua”, comenta el regidor.
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